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Tragedias Futuras

16 OCTUBRE, 2020 POR GABRIEL VELASCO OCAMPO

El fin de semana pasado fue el momento escogido por varios de los aspirantes a ocupar el cargo de Presidente de la República a partir de 2022 para pronunciarse de manera vehemente sobre las necesidades de reactivación económica y generación de empleo ante el efecto dominó causado por el coronavirus.

Las propuestas, como no, emanadas de la más profunda manifestación populista, van desde endeudar al Estado por valores cercanos a 5% del PIB e incluso retomar las políticas de sustitución de importaciones. Estas propuestas son una tragedia en sí mismas.

Por una parte, el candidato Fajardo anunciaba que su plan de reactivación económica pasaba por el endeudamiento del Estado colombiano por un valor aproximado de $50 billones para crear 3,4 millones de empleos, dividido en dos etapas y financiado a través de TES o Banca multilateral.

No voy a entrar a valorar el hecho de que un político a menos de dos años de una de las elecciones más importantes de nuestra historia reciente pretenda endeudar el estado para artificialmente crear puestos de trabajo, pero acrecentar el endeudamiento estatal solo se traduce en un aumento de la tasa impositiva futura, mal haríamos tapar un hueco ahora sacrificando la competitividad del futuro.

La otra propuesta, lazada en un trino de Petro, pretende que Colombia empiece un camino de industrialización y agricultura que permita al estado “protegerse de las importaciones”. ¿De cuándo acá, en pleno siglo XXI, seguimos marcando como meta económica la sustitución de importaciones?

Es más, ¿por qué aún creen que deberíamos protegernos de esto? En una columna publicada en este mismo diario en 2015, Rodrigo Botero Montoya claramente explicó las razones de por qué una política como la planteada por el senador Petro corresponden a “un concepto cuya fecha de vencimiento expiró hace varias décadas”. Protejamos la industria, hagámosla más competitiva, pero no satanicemos el comercio internacional.

Lo cierto es que la creación artificial de puestos de trabajo, y buscar a través del cierre del comercio internacional la industrialización del país no hacen más que trasladar al imaginario colectivo que el Estado debe ser benefactor y ser el único responsable del resurgimiento económico. Nada más alejado de la realidad.

Es necesario que busquemos equilibrar la cancha, pero el eje central de cualquier política de reactivación económica debe ser la empresa privada.
Convengamos que debemos empezar a promover una reactivación económica y que es necesario que haya participación estatal en ello, entre otras, aprovechando para hacer una planeación hacia energías renovables y modelos productivos que tomen como base la economía circular, pero lo más importante será promover la competitividad, minimizar los excesivos costos no salariales, mejorar la brecha de capital humano, y sobretodo generar esquemas de seguridad jurídica para las inversiones, lo otro es solo populismo puro y duro, de ese que a futuro destruye la economía.

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